Historias reales de Seguros de Decesos

Historias de Seguros de Decesos

Seguro mi padre fue al cielo.

Pablo Torrealba (45 años)

Mi padre era un Sr. Amable, cordial, alegre y responsable, entre otras grandes cualidades. Él nos decía que no quería ser una carga para nosotros el día de su muerte (por el problema de la funeraria y los gastos), él bromeaba y decía que cuando muriera lo enterrásemos en la parte trasera de la casa en una caja de cartón, porque los funerales son muy caros.

Mi padre era viudo, ya habíamos pasado por eso hace 14 años con la muerte de mi madre, ella murió de repente, una enfermedad se la llevo en menos de dos meses, entonces tuvimos que pagar entre todos el entierro, ahora nuestro padre se encontraba muy enfermo y ninguno nos habíamos preocupado de prever el peor de los desenlaces, cada día se veía peor que el día anterior, no sabíamos que hacer, lo llevábamos al doctor se mejoraba por poco tiempo y luego decaía, mis dos hermanas y yo nos reunimos para pensar que íbamos a hacer, nos sentíamos nostálgicos, angustiados y tristes, no llegamos a ninguna solución, ninguno de nosotros tenía dinero para satisfacer los gastos del entierro.

A los días mi padre falleció, rápidamente nos pusimos manos a la obra para comunicar el fallecimiento, al escucharnos la vecina llego y nos dio el pésame por el fallecimiento de nuestro padre y nos entregó una póliza de seguro que mi padre se hizo al morir mi madre.

Mi padre sabía que no le íbamos a enterrar en el jardín, pues él había sido más previsor y quiso asegurar los gastos que ocasionara su fallecimiento.

Seguro y previsor

Viuda de Guillermo Fuentes 39

Esta historia no es sobre mí. Es sobre mi esposo. Los seguros siempre me han parecido una estupidez. Siempre pensé que las cosas malas les pasaban a otros. Pero mi esposo era un hombre previsivo. Un día me dijo que si me casaba con él, no me faltaría nada y no tendría que preocuparme en lo absoluto.

Yo me casé, aunque no por las ansias de protección ni nada por el estilo, pero el destino me jugó una muy mala pasada. Cuando mi esposo tenía apenas 46 años le diagnosticaron Leucemia Linfoblástica aguda. Me parecía algo tan absurdo. Él era un hombre joven, sin vicios y sin ninguno de los factores de riesgo para la enfermedad…pero la enfermedad siguió su curso y me enfrentó a una de las peores épocas de mi vida.

En el tiempo que pasé en el hospital hice amigos entre los otros pacientes. Llegamos a ser como una gran familia, y conforme fallecían, me parecía tan desolador el escenario de los que quedaban. Pero aún en ese momento pensaba que eso les pasaba a ellos…

Guillermo entró en remisión y vivimos unos años hermosos junto a nuestro hijo adolescente. Dos años después, una infección nos llevó de nuevo al hospital. Mientras estábamos allí, en su último día me repitió lo que me dijo una vez, “estoy muy cansado, esta vez no salgo de aquí amor; pero tranquila, no tendrás que preocuparte por nada” Esa tarde se fue…se quedó dormido y no despertó. No me consuela para nada que él tuviese su seguro al día, pero no me imagino cuánto peor habría sido si hubiese tenido que ocuparme de arreglar los eventos funerarios.

Hoy estoy tranquila, agradecida por los años junto a un hombre que siempre me cuidó. Hasta cuando se fue de mí lado.

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